sábado, 28 de agosto de 2010

El becario: ese gran desconocido.

Termina agosto, y con él, el cierre de otra etapa vuelve a ser protagonista indiscutible de mi famélico blog. Y menos mal que acaba. No sé si será por los madrugones, por el calor sofocante que estamos pasando este verano, o simplemente porque soy incapaz de conjugar mi “vida laboral” con mi mundo interior, que tan bien me ha caído siempre, pero este blog tiene hambre. Está desnutrido, y no será porque falten temas de los que hablar. Eso nunca. Pero basta de excusas, las neuronas también merecen vacaciones, que menudo añito llevamos.

Sí, mis neuronas han secundado una huelga que se ha prolongado más de lo previsto, pero yo no las culpo: Acabé la carrera, y como suele hacerse, empecé a trabajar de becaria, algo que, según dicen, no suele ser un camino de rosas.

Así he pasado el verano: Colaborando como he podido en el departamento de marketing de una conocida empresa de aperitivos y snacks, (para quien le interese, Tosfrit). El trabajo que realizaba reunía aspectos muy variados de la comunicación. Lo que en la propia empresa llaman departamento de marketing, desarrolla a la perfección las funciones propias de un moderno departamento de comunicaciones integradas, el último grito en comunicación corporativa.

Quedaría estupendo añadir unas líneas sobre quejas e injusticias varias relacionadas con el rol del becario, pero, a decir verdad no ha resultado tan malo como lo pintan. Existe un terror colectivo a ocupar un puesto de becario que no tiene ni pies ni cabeza. ¿Pero miedo de qué?

En mi caso, esta corta andadura por el mundo profesional real, fuera ya del bunker oscuro y artificial que dejamos atrás cuando acabamos la universidad, realmente ha merecido la pena y me ha permitido aprender a un ritmo que nunca había sido capaz de imaginar. He aprendido, por ejemplo, que el mejor briefing se elabora en un segundo y nace a partir de una idea cualquiera que debe ser mirada por alguien con buenos ojos. He visto nacer productos a partir de brainstormings improvisados y desarrollados en un tono de lo más desenfadado. He aprendido a no desechar ninguna idea por absurda o poco factible que nos parezca. Me he empapado de estrategia empresarial, de marketing promocional y de COMUNICACIÓN EMPRESARIAL en mayúsculas. Pero si para algo me ha servido esta experiencia, ha sido para comprender que los comienzos nunca fueron fáciles y, a la hora de la verdad, no somos tan inútiles como la universidad nos había hecho creer.